Chica morena, elegante, perspicaz, atractiva, sonriente e incluso con un gran sentido del humor. Así era Alisson, solo que ella nunca se fijaría en un chico como él.
Sam lo sabía, por eso la miraba desde la otra parte de la calle con esa dulzura en los ojos, mientras ella caminaba como todas las mañanas hacia su café preferido, Serendipity (era allí donde habían quedado), donde como siempre para desayunar se tomaba un frapuccino con mocca.
-¿Como va Al? -le dijo la dependienta mientras sin apenas pensárselo ya le estaba preparando su frapuccino-Seguro que ayer acabaste agotada.
-No lo sabes tu bien, incluso llegué a dormirme en el taxi, solo te digo eso -Rieron las dos.
Ese era un día diferente tanto para Al, como cariñosamente la llamaban sus amistades, como para Sam, no sabían lo que les esperaba. Mientras tanto él la espero fuera distrayéndose con la bb.
Al salir Alisson lo vio, y con un pequeño empujón de trasero a trasero Sam despertó de sus cavilaciones.
¡Te lo tengo que contar todo con pelos y señales!-le dijo entusiasmada.
Andaban hacia el Central Park con intención de pasarse primero por la tienda en la que ella reservó, hacía justo tres días un espectacular vestido para la fiesta de su cumpleaños.
Después de una larga charla, él se decidió sincerarse con ella. No era un tema amoroso, ni problemas de dinero, pero aun así se le hacía igual de duro tener que decírselo.
Una vez sentados en uno de los tantos bancos de Central Park, optó por hacerlo de la manera más rápida posible, no sabia si hacia lo correcto o no, pero eso no importó para cogerla de la mano y empezar a articular aquellas duras palabras, que aunque le costaba empezar casi salieron solas cual pájaros vuelan al oír un disparo.
-Al, tengo que decirte que...